Vengo de un
huracán en Miami y me encuentro un tsunami en Cataluña.
Me comentó
una de las maestras de la escuela Montessori, donde mi hija hizo la preescolar
y que visitamos todos los veranos durante nuestras vacaciones de verano en
Miami, que había oído que Catalunya se quería separar de España; y a
continuación preguntó: ¿será eso bueno para España?
Bueno, Miss
Gómez, le dije, no sé si será bueno, pero sí le puedo decir que es una
reivindicación histórica, y me miró con cara de no entender lo que le decía.
Cosa nada extraña, obviamente, porque Miss Gómez se encuentra bastante lejos de
conocer la realidad histórica o política o social de Cataluña no sólo
físicamente.
Esa
distancia en muchos aspectos de los americanos (y me refiero no solamente a los
de los Estados Unidos, también a los de todo el continente), ha motivado que
escriba esta nota aclaratoria para amigos y conocidos nuestros quienes, tal
vez, como Miss Gómez, miren extrañados las inquietantes noticias acerca de
Cataluña.
No esgrimo
poseer la verdad ni la razón; cada cual juzgue por sí mismo. Y después de leer
lo que quiero contarles, interprete los noticieros de televisiones y periódicos
acercando o alejando la lupa de su discernimiento.
Cataluña es una
región de España situada en el nordeste de la península Ibérica, limítrofe con
Francia por el norte, con Aragón por el oeste, con la región valenciana por el
sur, y bañada por el mar Mediterráneo por el este. Cataluña, una nación
milenaria, con lengua, derechos e instituciones propias, no ha sido parte, sin
embargo, de lo que hoy se conoce como España sino desde hace 300 años, cuando
finalizó la guerra de Sucesión europea en la que España se alió con los
franceses y Cataluña, con los austríacos y los ingleses; estos últimos
abandonaron finalmente a su suerte el principado de Cataluña, que, tras una
sangrienta lucha que comportó la pérdida de decenas de miles de vidas humanas,
fue incorporado a España, colocando el rey francés Luis XIV a su nieto Felipe como
nuevo rey de España (con el nombre de Felipe V). Este rey, en reprimenda a los
catalanes por su apoyo al candidato Carlos de Habsburgo y su obstinada
resistencia y pírrica defensa de la ciudad de Barcelona contra los ejércitos
francés y español, promulgó el Decreto de Nueva Planta, que abolía todos los
derechos y privilegios históricos de los catalanes, y les imponía una serie de
cargas tributarias, las cuales se siguieron imponiendo por los sucesivos
reinados de España de forma abusiva. Los catalanes siguieron trabajando y, pese
a todas las trabas e inestabilidad política de los siglos posteriores, con sus
luces y sus sombras, consiguieron labrar un terreno fértil y próspero a donde
han ido llegando gentes de todos los lugares, incluidos otros pueblos españoles
que se instalaron en esta tierra hasta hoy día, en que numerosos ciudadanos
europeos y de otros países y etnias han establecido aquí su residencia.
Para hacer
“el cuento corto” y no alargarme demasiado, pues no es mi intención hacer un panegírico
de Cataluña o los catalanes, sí quiero resaltar algunos datos que creo
interesan para entender el conflicto actual y por lo que puedan leer en la
prensa, que con mejor o peor intención, a veces magnifica los hechos hasta
distorsionarlos.
Es cierto
que después de la terrible guerra civil que asoló España entre 1936 y 1939
(Mussolini ayudó a Franco bombardeando Barcelona repetidas veces), y los 40
años de la dictadura de Franco, España inició en 1975 un período de democracia
bajo la forma política de una monarquía parlamentaria (con el rey Juan Carlos),
y se aprobó una Constitución en 1978, que confería derechos y reconocimiento a
las llamadas regiones históricas (léase País Vasco y Cataluña), que también
votaron los catalanes, y posteriormente un Estatuto de Cataluña, que los
catalanes acogieron con gran alegría y buen ánimo, puesto que todo en conjunto era
una bocanada de aire fresco después de tanta penuria a lo largo de buena parte
del siglo XX. Téngase en cuenta que Franco, a diferencia de otros dictadores,
ordenó la ejecución de presos políticos durante todo su mandato, no sólo en los
primeros tiempos represivos, incluso hasta poco tiempo antes de fallecer, en
1975.
En España se
han sucedido diversos gobiernos a lo largo de este período democrático de 40
años, alternados principalmente entre el Partido Popular (de derecha) y el
partido socialista (de izquierda). La aprobación del partido comunista con el
inicio de la democracia fue un gesto democrático, en el amplio sentido de la
palabra, no por más simpatía a los comunistas que a gente de otros partidos,
sino porque se entendía que era un modo de dar cabida a toda forma de
pensamiento político, es decir, de libertad de pensamiento. Así había ocurrido
en otros países europeos, y España tenía que empezar a ponerse al nivel
europeo, como le correspondía. Esta es una de las diferencias con los Estados
Unidos.
Cataluña, en
estos 40 años de democracia, fue gobernada por un partido democristiano
(Convergència Democràtica de Catalunya, que luego pasó a ser Convergència i
Unió, al unirse con Unió Democràtica de Catalunya; ambos recientemente divorciados
y desde entonces ha pasado a llamarse PDeCat, Partit Demòcrata de Catalunya).
El sentido de nación con identidad propia cultural y lingüística desplegó de
nuevo sus alas en este período, con el apoyo de la mayoría de ciudadanos que votaron
a este partido, y ello se plasmó en una nutrida legislación propia en las
competencias propias establecidas por la Constitución Española y en la lengua
catalana, símbolo de esta identidad y vehículo comunicativo de la gran mayoría
de ciudadanos catalanes, que dejó de estar prohibida y se incorporó a los
currículums escolares y en la sociedad. Fue lo que se denominó “normalización
lingüística”.
El
calentamiento actual, si se me permite el símil con el fenómeno meteorológico
generador de huracanes, se ha venido produciendo desde el año 2006, cuando se
aprobó una reforma del Estatuto catalán (ley básica emanada de la Constitución
que regula la región catalana) para incorporar más libertades al pueblo
catalán, que fue impugnada posteriormente por el Partido Popular; y la
oposición de este partido ha ido in crescendo hasta hoy, alimentada primero por
una mayoría absoluta del partido conservador, y por otras alianzas cuando solo
ha tenido mayoría simple, estos últimos años; con el partido socialista en la
última legislatura, a pesar de las pocas afinidades entre ambos.
Los
numerosos casos de corrupción que han salpicado a todos los partidos en el
gobierno tanto de España (muchos investigados e imputados en causas judiciales)
como de Cataluña (este último en la persona del histórico líder Jordi Pujol,
por enriquecimiento ilícito de sus hijos aprovechándose de la posición del
padre) no han hecho más que echar más leña al fuego de las recriminaciones
entre unos y otros. Cataluña, con una quinta parte de la población de España,
contribuye con el 20% al producto interior bruto, y recibe mucho menos a
cambio. Esta es otra de las quejas que esgrimen los catalanes. No se olvide que
los norteamericanos se sublevaron contra los ingleses hasta obtener la secesión
porque no querían pagar más impuestos a la corona británica.
Yo diría que
lo que más ha enturbiado las relaciones con España es la falta de respeto hacia
el pueblo catalán por parte de los gobernantes españoles (y de una parte
importante de ciudadanos de España que los han votado). Respeto en su más
simple sentido.
El pueblo
catalán pide la celebración de un referéndum para decidir su futuro como
nación. Lo pide por boca de los partidos que constituyen mayoría del parlamento
catalán. El Tribunal Constitucional declaró ilegal el referéndum; y en este
punto quiero destacar un hecho nada irrelevante: que los miembros de este Alto
Tribunal son designados en su mayoría por el partido que está en el gobierno,
es decir, el Partido Popular. Este hecho denota falta de separación de poderes
en el Estado español y es una lacra en la democracia de este país, pues las
sentencias que emite ese Tribunal benefician directamente los intereses del
partido gobernante.
El gobierno
catalán tiene como consigna que este sea un proceso pacífico, y de ello nos
hacemos eco quienes vivimos en Cataluña, al salir a la calle estos días y
encontrar movilizaciones de gente en muchas calles de Barcelona que se
manifiestan de forma pacífica, sin altercados ni violencia. Confiamos que siga
siendo así en los días y en los tiempos por venir, pues esto no ha hecho más
que empezar.
Se han hecho
repetidos intentos desde hace varios meses por parte de Carles Puigdemont,
Presidente de la Generalitat (gobierno de Cataluña) de sentarse a negociar con
Mariano Rajoy, presidente del gobierno español; incluso viajando a Madrid en
varias ocasiones. El gobierno español se ha limitado a decir NO y punto; y a
emprender una batalla judicial contra quienquiera que participase en este
“desafío secesionista”, como gustan de llamar algunas personas.
En un
intento de llamar la atención internacional sobre este atropello de los
derechos más fundamentales en un país democrático, el gobierno catalán apeló a
las más altas instancias europeas, que, obviamente declinaron pronunciarse a
favor de nadie alegando que se trataba de un asunto interno de España.
En las
últimas semanas y los días recientes estamos viendo como ha habido una escalada
alarmante de intentos de control policial de nuestra ciudad, a donde se han
mandado cientos de agentes de la Guardia Civil que se hospedan en tres buques fondeados
en la costa de Barcelona, y a los que en tono jocoso se les llama “Piolín”
(porque lleva uno de ellos estampado un dibujo de este personaje infantil de
dibujos animados, y por cierto leía ayer en la prensa que la empresa Warner ha
obligado desde los EEUU al gobierno español a cubrir o retirar esa imagen,
supongo que para evitar equívocos acerca del patrocinador de la operación).
Un
despliegue policial similar al que hubo cuando vino el Papa, sugieren algunos
medios: se solapan guardias civiles, policías nacionales y mossos d’esquadra
(estos últimos son la policía propia con plenas competencias en Cataluña,
capaces de resolver asuntos de cualquier tipo, desde secuestros o homicidios
hasta atentados terroristas).
Semejante
control del gobierno mediante la policía y las medidas coercitivas del gobierno
de España, que ha ordenado que se disuelva la Junta Electoral, se precinten los
colegios electorales, se confisquen las papeletas para votar y se investiguen y
arresten a los implicados y responsables en este referéndum, ha hecho saltar
las alarmas –ahora sí— de las autoridades europeas que se sonrojan ante
semejante atropello de los derechos fundamentales de expresión y reunión, mientras
lanzan mensajes diplomáticos al Sr. Rajoy para que se siente a negociar con los
catalanes. Pero este, erre que erre, ¡no señor!
Esta semana
ha acudido a Washington para reunirse con el presidente de los Estados Unidos,
Donald Trump quien, en la rueda de prensa manifestó públicamente que “nadie
sabe lo que va a pasar; aunque mucha gente se va a oponer” y añade
diplomáticamente que los catalanes deberían quedarse en España porque es un
país muy bonito. ¡Desde luego! ¡Y menos beligerante, comparado con Corea del
Norte!
Por
supuesto, ni siquiera al Sr. Trump o a sus consejeros se les ha pasado por alto
que en Cataluña no son el Sr. Puigdemont y sus secuaces (o un puñado de
comunistas) quienes piden el referéndum, sino cientos de miles de ciudadanos
que esperan una respuesta de su gobernante, que no es otro que el Sr. Puigdemont,
a quien confiaron su voto en las últimas elecciones.
A mis amados lectores allende los mares tal vez les surja una
percepción: la democracia en España todavía está haciendo “baby steps”, como
dicen los estadounidenses. ¿Qué son 40 años comparado con los 300 que llevan
ellos?
Cuando
empecé a escribir este artículo, todavía no había llegado la fecha del
referéndum: 1 de octubre.
Ahora sigo
escribiendo el día después: 2 de octubre.
Nuestra vida
en Barcelona sigue siendo la misma, me paseo por el centro de la ciudad y todo
ha vuelto a la normalidad –la gente camina y acude a sus lugares de trabajo,
los turistas pasean, las tiendas están abiertas, los bares y restaurantes se
llenan de clientes…-- pero algo ha cambiado desde ayer, 1 de octubre, después
de la celebración de un referéndum que los policías del gobierno español
trataron de abortar sembrando el miedo y la violencia, mas los ciudadanos (NO
SUS GOBERNANTES: LOS CIUDADANOS) no lo permitieron, aun a costa de sufrir
agresiones y ataques. No hace falta abundar en detalles: bastan las imágenes
vergonzosas y vergonzantes que todos hemos visto en la televisión.
Recibimos
una grabación por whatsapp de una chica joven que, sollozando, cuenta cómo fue
literalmente arrancada escaleras abajo, mientras uno de esos policías le iba
rompiendo los dedos uno a uno, y luego le manoseaba los pechos. Al final,
concluye: “Había mucha maldad, ¡mucha maldad!”. Y le pide a su amiga, a quien
manda el whatsapp, que le dé máxima difusión a su mensaje. Yo pregunto: ¿está
ese comportamiento dentro de los límites del ‘mantenimiento del orden’?
Pese a ello,
muestras de solidaridad se multiplicaron por doquier: mesas fuera de los
centros de votación ofreciendo comida y bebida donada por voluntarios mientras
había larguísimas colas para votar, gente abriendo un espacio para dejar pasar
a los ancianos y discapacitados físicamente para que pudieran votar sin hacer
cola…
Debo admitir
que algo ha cambiado también en España: mucha gente se manifiesta en Madrid y
en otras ciudades. Algunas personas –tal vez no las suficientes, tal vez por
miedo—protestan ante los medios de comunicación por las violentas descargas
policiales (con pelotas de goma, porras y disparos al vacío). Es obvio que aún quedan por transmutar
registros del franquismo.
Los
ciudadanos catalanes (a día de hoy todavía somos españoles) nos merecemos algo
más de respeto.
We may be stubborn,
but not criminals.
Quizá
habríamos puesto este mensaje en una pancarta gigante en medio de la plaza
Catalunya para que la viera desde el aire alguna cámara en un helicóptero,
algún dron, y se hubieran enterado en todo el mundo. Pero no era posible. El
gobierno español había cerrado también el espacio aéreo. Sólo las cámaras de
los teléfonos móviles y las televisiones in situ pudieron captar las imágenes
que de todos modos han dado la vuelta al mundo. Barcelona ha vuelto a ser el
blanco de las miradas de todo el planeta. Por segunda vez en este año. Por
circunstancias dramáticas también.
No sabemos
lo que va a pasar. Tal vez haga falta una mediación internacional para ayudar a
resolver este conflicto. A corto plazo no se van ya a sentar a negociar las
partes implicadas. Las actuaciones policiales de ayer dinamitaron los puentes
que podían aún conectar las dos orillas.
Pero miro
más lejos. Y confío en que este, como todo, sea un estado pasajero hacia esta
transición a la era de Acuario, una era de hermandad y amor. Por el momento,
nos toca vivir lo que meses atrás denominé “los dolores de parto de la era de
Acuario”. Yo me siento muy honrada de ser testigo de este momento histórico tan
importante. Sigo pidiendo a Dios que revele la verdad de toda esta situación y
confío, como siempre, en que con el tiempo, pondrá las cosas en su sitio. No me
cabe duda.
¿Qué es la
“unión de España”? ¿La “unidad de España”? ¿Existe tal cosa que ahora esgrimen algunos
políticos y ciudadanos? Tal vez, Miss Gómez, ese “matrimonio” entre Cataluña y
Castilla necesite una separación –consensuada o forzosa— y un día descubran sus
miembros, igual que les sucede a algunas parejas, que se llevan mejor siendo
vecinos o amigos respetuosos que cónyuges bajo un mismo techo.
Pido a Dios que
enseñe a los pueblos a respetarse por lo que son y por cómo son, y que sus
integrantes aprendan a desechar esa maldad de su corazón y a transformar toda
huella de los errores del pasado en el amanecer de una nueva era. Ese tipo de
comportamiento represivo forma parte del pasado, ya no es aceptable,
simplemente. El odio, la arrogancia y el rencor ya no pueden alimentar nuestras
relaciones como vecinos.
Preparémonos para ver cambios como no se han
visto antes. Es la era de Acuario, una era de LIBERTAD y FRATERNIDAD. Las
naciones y las ciudades, como las personas, tienen signos astrológicos. Y
Barcelona es Acuario.
Mis más
sinceros deseos de libertad y fraternidad para todos.
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