miércoles, 22 de abril de 2020

La pregunta del millón de dólares

Hoy cumplimos cuarenta días de confinamiento. Una cifra con clave espiritual.

Que en Occidente no solemos ser ejemplo de la paciencia no es un secreto para casi nadie. No hay más que mirar a los países asiáticos: toque de queda por el virus y todos se quedan en casa. Vi un reportaje en el que en la China ni siquiera podían salir a comprar los días del confinamiento. Unos encargados del gobierno iban a los barrios a repartir la comida. Y ahora ya vemos que no solo han levantado ya hace días el toque de queda sino que están empezando a abrir los comercios y volviendo a la normalidad. Las medidas para viajar, sin embargo, son muy estrictas y los controles, feroces.

En este lado del planeta (Europa) --no sé si llamarlo el Próximo Occidente de esos orientales-- ha habido de todo. Los países del norte, algunos más relajados con el confinamiento, como Suecia o Holanda, han recibido críticas de sus vecinos por no estrechar más el cerco al virus y poner como norma el distanciamiento social, por ejemplo. Será que consideran que su escasa población les da luz verde a la libertad de movimiento. No es el caso de Holanda, un país casi del tamaño de Maryland con una población tres veces mayor, y equiparable a la de Ecuador. Mal asunto cuando se ha mezclado la política con la sanidad. El Prime Minister del Reino Unido, sin ir más lejos, auguraba un futuro calmo y próspero para su país, pensando tal vez que su aislamiento físico por ser una isla ya le salvaría de la catástrofe, cosa que, obviamente, no ocurrió. El propio Boris se contagió y se tuvo que ir a la UCI. A Dios gracias, y a muchos que rezaron por él, se recuperó y salió sano y salvo.

No tardó el virus en saltar al continente americano (el 'Lejano Occidente' de los asiáticos), que en este caso gozaba de cierta ventaja tras ver el funesto impacto en los continentes más allá de sus océanos. El Sr. Trump, que cuenta con la amistad y estrecha alianza del Prime británico, hizo lo propio: plantar cara al virus y descartar medidas de aislamiento: ejemplo --malo-- que también siguió el dignatario del Brasil. Y es que nadie tenía ni la más remota idea de lo que se avecinaba hasta que le vio las orejas al lobo. Y hasta que el virus infiltrado empezó a causar bajas entre sus habitantes. Ahí se dieron cuenta de la necesidad de tomar medidas y confinar a las personas en sus casas, que es la más segura para ellas mismas y para los demás. Pero ahora algunos estadounidenses, después de un par de semanas en casa, ya se están poniendo nerviosos. Y salen a protestar a la calle, juntitos y sin protección. ¿Será que en Occidente somos menos listos de lo que nos pensamos? ¡Ah, claro! La economía... Pero, ¿cómo pretendemos ir a trabajar en un entorno tan inseguro? donde el mayor 'riesgo' ha venido por los llamados 'asintomáticos' --aquellos que son portadores y transmisores del virus pero que no padecen síntomas.

Y la pregunta del millón de dólares sigue vigente a día de hoy: ¿De dónde salió ese enemigo del ser humano, que no distingue entre razas, fronteras, latitudes o estatus?

Mi modesta opinión, y disculpen la osadía, es que no salió del mercado de animales vivos de Wuhan, porque hace muchos años que se comen esos bichos y no les había pasado nada así. Yo no me lo creo. Más bien me parece que salió del laboratorio de la misma ciudad que maneja virus de los más peligrosos. Por supuesto las autoridades chinas harán lo indecible por guardar el secreto: la discreción, como la paciencia y la obediencia, es una des sus virtudes. Pero me atrevo a pensar que el mejor postor que se aventure a  poner ese millón de dólares encima de la mesa va a averiguarlo. Sin duda, cuando los chinos construyeron dos --no uno: DOS-- hospitales en diez días, había que pensar que la amenaza era muuuy grave. Pero claro, en Occidente somos más listos, pensarían algunos.

En fin. Este año (que es bisiesto) parece que va a ser un año de recogimiento. Hay que tomarlo como una prueba en ese sentido, todo indica. Y aprovechar esta magnífica oportunidad de PARAR tanta actividad para hacer cambios, dejar de gastar en cosas innecesarias --con el consiguiente ahorro--, organizar la casa, trabajar desde casa, LEER algún libro que nos inspire y nos ayude a entender y a transitar hacia esta nueva era. Estamos construyendo una nueva sociedad. Mientras tanto, seguiremos aquí, confinados o no, con el ay en el cuerpo de pensar por dónde nos puede asaltar el enemigo invisible. O podemos decidir qué vamos a cambiar en nuestra vida a partir de ahora, a mejorar nuestra relación con los que viven con nosotros, y a abrazarlos.

Desde luego, yo me voy a quedar en casa el tiempo que haga falta, saliendo solo a lo necesario; y cuando lo hago, me pongo la mascarilla --de las buenas, si es que lo son-- por si las moscas, me hago mis oraciones al arcángel Miguel antes de salir y ¡que Dios nos proteja!

Salud y mucha paciencia. Aprovechen la gran oportunidad de estar en casa. Y recen, aunque eso sea mirar por la ventana hacia el cielo en silencio.

viernes, 27 de marzo de 2020

Crónica de un día de confinamiento en Barcelona

Mañana cumplimos dos semanas de confinamiento por el COVID-19 en España, desde que se promulgó el "estado de alarma".

Esto quiere decir que no podemos salir de casa más que para ir a comprar comida, a la farmacia, a centros de salud, a pasear al perro o a trabajar (aquellos que pueden ir a hacerlo, que son bien pocos). Los demás, en casa; con niños y mascotas. Los mayores de 65 años, por ser el grupo de la población más vulnerable, tienen máxima alerta y no se les puede ir tampoco a visitar, ni mucho menos tocar o abrazar...

Esta mañana he salido de casa para ir a comprar algo de comida para la semana. Solo lo hago una vez a la semana (y otra, mi marido). Como el gobierno de España decretó estado de alarma hace ya varios días, nos toca tomar varias precauciones: la repetida hasta la saciedad de lavarnos las manos a cada rato, estornudar o toser en el codo, no salir de casa a no ser que sea totalmente necesario, y cuando lo hagamos, mantengamos una distancia de 1,5 metros con respecto a cualquier persona y se nos recomienda el uso de una mascarilla, si es que la encontramos (mucha gente se la ha hecho de fabricación casera). Todo ello por nuestra propia seguridad y la ajena. Para remachar el clavo, el gobierno de Cataluña ha facilitado una página web de la que podemos extraer un formulario en el que marcamos con una cruz el motivo de nuestra salida del hogar, el lugar de origen y el de destino, y firmamos con nuestro nombre completo, firma, fecha y nº de documento de identidad. Ello facilita el trámite si la policía te para cuando estás circulando. La cosa no es baladí: la sanción por una salida no justificada va entre los 600€ y los 30 000€.

Pues bien, me he provisto del susodicho documento, que me he guardado en el bolsillo de la chaqueta porque ni siquiera me he llevado el bolso; solo la cartera para pagar y la bolsa de la compra. Me he tapado con chaqueta, bufanda y guantes y me he llevado el casco de la moto, que me he puesto después de aparcar el coche en el supermercado. Todo muy surrealista, casi de película: los clientes hacían cola a la entrada del supermercado, con unos dos metros de distancia entre cada persona (ah, se me olvidó decir que no puedes ir a comprar acompañado de nadie, solo se admite un miembro de la familia para cada salida); de las pocas personas que andan por la calle, el noventa por ciento lo hacen con algún tipo de mascarilla, algunas más profesionales y otras caseras; algunos se aventuran a salir sin taparse la boca y la nariz, los menos. Casi nadie habla --tampoco tienes con quién. Solo un señor que va por detrás de mí en la cola charla con una mujer que le sigue, probablemente sean vecinos. Me toca hacer media hora de cola. De 9 a 10 de la mañana, el supermercado tiene la cortesía de dejar entrar a los mayores de 65 años para su seguridad. Yo reviso mensajes de whatsapp y correos electrónicos, como casi todo el mundo, con mi casco puesto. por supuesto. Nadie presta atención a mi apariencia; "mira esta loca que va al supermercado con el casco puesto", dirían en otras circunstancias. Las modas y las apariencias han pasado a ocupar un segundo lugar, qué remedio.

Cada vez que sale un cliente con el carro cargado, entra otro. Cuando me toca, entro veloz y me voy directa a los estantes donde ya sé lo que tienen. Hay de todo, papel higiénico, toallitas higiénicas y todos los productos de los estantes que las televisiones se afanan en mostrar vacíos y arrasados por una clientela temerosa del debacle en otros países. Pues no, aquí no se ve a nadie temeroso. Cada cual anda por los pasillos en busca de sus artículos. Yo hago lo propio. Y como hoy es viernes, me voy a la sección de pescado fresco y compro el que me gusta para el día de hoy, ya que una vez a la semana solemos comerlo. Me las arreglo como puedo para elegir la mercancía y cargarla en el carrito con los inconvenientes del casco puesto en la cabeza, los guantes de plástico que el supermercado regala en la entrada y el calor que me asalta y hace que se me empañe la visera de la moto por dentro, por lo que a ratos tengo que abrirla y ventilar el casco unos pocos segundos. ¡Espero que no se me haya colado ningún virus en estos momentos!

Bueno, por fin termino la compra y salgo con las bolsas hacia el parking de la planta inferior. Cargo las bolsas en el maletero y me quito el casco, que coloco en el asiento trasero. ¡Vaya, qué alivio! Sigo mi ruta hasta el siguiente destino: la pollería. ¡No, no es para mí! es que la pollera me guarda pedacitos de pollo y carne para mis gatos. Es una fan de los felinos, como yo. Así que todas las semanas pasamos por su tienda y nos tiene reservada una bolsita con restos de pollo frescos, que hacen las delicias de mis amigos gatunos. Luego voy a la panadería. No hay nadie, y cuando estoy a punto de salir, entra un cliente que obviamente guarda las distancias. Curiosamente la ciudadanía ha acatado en su mayoría las normas: todos tenemos claro que hay que mantener los dos metros de distancia, y se respeta por lo que yo he podido ver. Luego paso por casa de mi madre a recoger un paquete que me han mandado de Amazon; papel de oficina para trabajar en casa. Esta es una de las pocas empresas que se ha lucrado con el asunto del virus, y en vez de tener que despedir a sus empleados, como la mayoría, ha contratado a cien personas. Da que pensar. Saludo a mi madre desde más de cuatro metros de distancia: forma parte del colectivo más vulnerable y aunque no entiende muy bien hasta dónde vamos a llegar con esto, se toma el aislamiento con resignación y por suerte está atendida. Nos despedimos con un beso al aire.

El paisaje en la ciudad es inhóspito. Un día entre semana, cuando las tiendas están todas abiertas y un montón de personas recorren las calles de una a otra para comprar o simplemente curiosear, hoy no hay nadie. Todas las tiendas están cerradas, salvo las de alimentación. Se respira una sensación extraña en el ambiente: percibo que la gente que sale lo hace enfocada a obtener sus víveres y punto. No hay paseos ni demoras; cafés de la mañana ni tentempiés a media tarde. Se diría que es un domingo a las seis de la mañana. Pero no; son las 11 de la mañana de un viernes cualquiera de finales de marzo. Las sonrisas o las muecas de preocupación han quedado veladas tras las mascarillas antisépticas. El virus se ha adueñado de nuestras vidas, se ha convertido en nuestro reloj, nuestra agenda y nuestro dietario para el próximo día, semana, mes o meses... Nadie sabe a ciencia cierta qué pasará. Sin duda, esto cambiará algunas pautas de vida por algún tiempo.

Se cuentan por centenares de miles los infectados por el virus. Miles los fallecidos. En Madrid, la ciudad más afectada de España con diferencia, tiene los servicios médicos al borde del colapso; han fallecido muchos pacientes, el virus ha arrasado con la tercera edad y las residencias de ancianos, que se han llevado la peor parte, pero también ha afectado a los de mediana edad o incluso jóvenes: algunos también han fallecido; he leído en alguna parte que los que estaban tomando ibuprofeno... El personal médico no se ha librado de la pandemia: médicos, enfermeras, cuidadores de ancianos... Los gobiernos hicieron un llamamiento a profesionales de cualquier especialidad para engrosar las filas de los sanitarios que iban viendo cómo algunos de sus compañeros caían en la línea de fuego del enemigo invisible: médicos jubilados, estudiantes del último año de la carrera que estaban por sacarse el MIR, hasta jóvenes médicos de Cuba habían fletado hasta Madrid para alistarse...

A nadie ya le cabe duda de que este extraño y dantesco escenario es el de una guerra biológica o bacteriológica, en la que el enemigo principal se nos escapa de la vista y de las manos; pero es tan mortífero como las bombas de las guerras mundiales o las lanzas de la Edad Media. Ningún gobernante daba crédito a lo que ocurría en otros países más al oriente, pues la traza del virus, igual que la sabiduría, ha venido de oriente. Nadie podía presagiar la malignidad de esas ventosas que se han adherido a las células de sus víctimas sin discriminar por raza, sexo, nación o estatus. Hoy, sin ir más lejos, oigo en las noticias que la última víctima célebre es el primer ministro británico, Boris Johnson, que se añade a un elenco de gobernantes o parientes de, en muchos países occidentales: el de Australia, la esposa del de Canadá, el príncipe Carlos de Inglaterra, la vicepresidenta del gobierno de España, varios ministros del gobierno español, el presidente y el vicepresidente del gobierno de Cataluña... Cualquiera diría que en la campaña de márketing del virus figuraba el contagio de varios personajes políticos clave en el escenario mundial: "¡Políticos y gobernantes del mundo: vais a caer a mis pies!; ¡nadie es inmune a mis ventosas!".

El otro día le dije medio en broma a una vecina mía que borro el 90 por ciento de los mensajes que me llegan; la causa principal es que me llenan la capacidad de almacenaje y con el móvil que tengo no me puedo permitir ese colapso: ¡bastante tenemos con el del sistema sanitario, como para que también se nos colapse en sistema cibernético! A los remedios contra el virus de más o menos credibilidad se le añaden las estadísticas, los artículos de prensa mundial y los chistes. Por cierto, me llegaba ayer un artículo del periódico inglés The Guardian criticando la lenta e ineficaz respuesta del gobierno español a la pandemia, y un día después nos enteramos todos de que al Sr. Johnson se le ha metido por la nariz el funesto virus. Y es que uno de los postulados del mission-statement del virus es precisamente; "¡Por la boca muere el pez!". ¿No les parece que ya es hora de que soltemos amarres y echemos por la borda tanta arrogancia?

Leo con estupefacción que el Sr. Trump --a quien el test le dio negativo: praise God!-- está diciendo que hay que superar rápido esto y volver al trabajo. Dios les ampare a mis queridos y respetados amigos estadounidenses: el virus acaba de aterrizar en sus aeropuertos y todavía no se ha paseado por los parques Disney ni montado en sus atracciones... Con la cantidad de gente provista de patologías varias y avanzada edad que hay en el país, no cabe augurar precisamente una despedida rápida por parte del virus de sus fronteras. Y mucho me temo que al covid-19 and co. no les va a poder levantar ningún muro. Ojalá que a Mr. President y a sus acólitos de Brasil, UK, etc etc les ilumine el Todopoderoso y se den cuenta de que es el momento de que sus conciudadanos se queden en casa y dejar nuestras ciudades para las palomas, las golondrinas, las tórtolas, las hormigas, los jabalíes y pronto los petirrojos.

¿Qué es primero; la economía o la vida de las personas? Pues yo creo que la vida, ¿no? porque si no hay vida no hay economía ni nada, ¿verdad? Todo se ve con la lupa de las cifras y los billetes verdes hasta que el virus entra sin llamar a la puerta. ¡Ay caramba! Y entonces la cosa es radicalmente distinta: empiezas a correr para que el mosquito no te pique en la espalda, y entonces toca empezar a tomar medidas drásticas cuando ven que les empiezan a caer primero cientos y luego miles y luego centenares de miles... porque nadie ve llegar al virus y este no espera a ser invitado. Un café con un amigo, o simplemente un cruce de palabras con alguien o un estornudo al aire... cualquier ocasión es válida para que esos repetidos "aerosoles" --magnífica palabra-- se cuelen por las fosas nasales o la garganta del pobre transeúnte que pasaba por allí, y ¡zas! De este pasa a la esposa, de esta a los hijos, de estos a los amigos, a sus papás y así es como se extiende exponencialmente lo que ya todos hemos oído nombrar: la pandemia.

Yo sinceramente no tengo la bola de cristal; con la astrología y algunas profecías nos basta para saber que estamos en una época crucial y que este momento demanda cambios de conciencia muy importantes. Y no me estoy refiriendo solamente a la contaminación de nuestras ciudades, que se han visto muy beneficiadas por nuestra permanencia en el hogar y el consiguiente ahorro del humo del tubo de escape de nuestros vehículos: es un hecho visible que la capa de smog ha desaparecido prácticamente de la atmósfera. Las ciudades lucen más limpias y la delincuencia ha disminuido: los ladrones también están confinados. El silencio impregna nuestras calles. Tal vez esto no sea una revelación en algunos países nórdicos o lugares ya aislados de por sí, pero en ciudades vitales y concurridas como Barcelona u otras de Europa, el fenómeno realmente es digno de ver. El aura de la ciudad también se ha limpiado. Los que andamos involucrados en asuntos espirituales, sabemos que esto es un buen mordisco de karma planetario. Y, al igual que el karma personal, entraña lecciones muy profundas, porque el karma no es sinónimo de fatalidad, sino que es el maestro que nos trae de regreso a nuestros propios actos para que aprendamos una lección pendiente y demos un paso adelante.

Sin duda, el hecho de tener que privarnos de artículos "no esenciales" (y la peluquería tampoco lo es) ha puesto en jaque no solo la pervivencia de muchos negocios que no venden mercancías 'esenciales', y que son la mayoría, me atrevo a decir, sino también la propia existencia o necesidad de esos negocios. Entonces ¿qué habrá que hacer con ellos? se preguntarán. Pues no lo sé. Pero habrá que hacer uso del ingenio humano para averiguarlo. Y ese va a ser un reto fundamental para los próximos tiempos, me atrevo a anticipar. Muchas cosas tienen que cambiar. Pero no se preocupen, no les voy a dar la lata con más elucubraciones acuarianas. Disfruten del confinamiento los que lo tengan, y los que no, por favor, no se la jueguen: quédense en casa. Hagan lo que hace tiempo querían hacer y no hacían por falta de tiempo. Lean o relean esos libros tan necesarios que ponemos en sus manos justamente para eso: para que los lean y no para que los coloquen en los estantes. Ahora es un momento idóneo para hacerlo. Recapaciten sobre lo que han hecho y los que han venido a hacer a este mundo. El tic tac avanza y no hay vuelta atrás. Estamos en la era de Acuario, pero nos toca hacerla realidad en nuestra conciencia. Es una era de amor, paz, fraternidad, solidaridad. Justo eso que estamos viendo en algunas ciudades donde algunos policías patrullan solos por las calles y acuden a felicitar a algunos niños por sus cumpleaños, donde la gente sale a las terrazas y los balcones a aplaudir al personal sanitario que se está dejando la piel para salvar vidas, donde nos toca reinventarnos cada día desde el hogar con nuestros hijos sin salir de casa para que hagan la tarea por internet, para valorar lo que realmente es importante, lo único que tenemos aquí: a nosotros mismos, nuestro afecto, nuestra preocupación por los demás, nuestra salud y nuestros alimentos. La fortaleza de nuestro corazón es lo que nos va a impulsar hacia ese nuevo peldaño. Dejar atrás recelos, críticas, odios. Pedir perdón por los errores del pasado y perdonarse uno mismo. Mirar hacia arriba y estar dispuestos a escribir en una página en blanco con tinta nueva.

 ¡Ah! No se olviden de darse un poco de crema en las manos antes de acostarse para hidratarlas: les vendrá bien después de tanta agua y jabón y tantos productos de desinfección que manejamos. Con un poco de aceite de almendras, mucho mejor.

Buen fin de semana a a todos.

martes, 1 de octubre de 2019

Interesante libro sobre Isabel la Católica


Aprovecho que se acerca el aniversario del descubrimiento de Amèrica, el 12 de octubre, efemérides que me consta muchas voces quieren acallar porque lo consideran una fecha que no vale la pena recordar. Siento disentir de ese parecer. Pero no es este el motivo de este artículo, que más bien tiene un contenido bibliográfico.

Acabo de leer un libro muy interesante sobre la reina Isabel la Católica. Se titula Isabel. La reina guerrera y la autora es Kirstin Downey, una periodista de nacionalidad estadounidense.

El libro trata de exponer el carácter y el papel histórico de la célebre reina Isabel, francamente inédito en la época, por ser mujer y por la ingente tarea que desplegó. Cinco años tardó la autora en documentarse y escribir este fascinante relato que desgrana la historia de la reina Isabel, quien realmente constituyó un punto de inflexión en la historia del mundo entero.

La fuerte personalidad de esta mujer de alto linaje se labró en cuanto asumió ella sola el peso de la corona del reino de Castilla, la cual se colocó en una ceremonia convocada por ella misma desafiando el poder de su hermanastro el rey Enrique y de tantos nobles y miembros de la alta jerarquía eclesiástica (todos masculinos, obviamente) que dudaban de su capacidad como mujer para gobernar los destinos de una nación.

Isabel supo ganarse el respeto de muchos y el amor del pueblo. Su matrimonio con Fernando, rey del vecino reino de Aragón, sumó un aliado en las batallas decisivas contra franceses y sobre todo contra los turcos otomanos, que en el siglo XV constituían una amenaza de grandes dimensiones no solo para Castilla y Aragón, sino para toda Europa Occidental, pues tenían como objetivo hacerse con el vacío moral y político de la iglesia católica que imperaba en esos tiempos, y llegar hasta el propio corazón del cristianismo: Roma. No es óbice recordar que Isabel nació solo dos años antes de la caída de Constantinopla a manos de los turcos.

En la época de Isabel, el reino de Nápoles (al sur de Roma) formaba parte de la corona de Aragón, y Fernando e Isabel no escatimaron ejércitos ni pecunio para el mantenimiento de aquel codiciado reino. La autora describe con claras explicaciones el contexto histórico y los peligros de la amenaza turca que ondeaba sobre las orillas de los reinos de la península ibérica, lo cual propició, o intensificó, mejor dicho, el celo religioso de Isabel, llevándola a decidir entablar una guerra contra los musulmanes de la península que gobernaban y vivían en el reino de Granada. La cruenta guerra duró diez años, pero la determinación y la buena estrategia (y quizás el destino) llevaron la victoria a Isabel de la mano de Boabdil, el último sultán del reino, que entregó las llaves de la ciudad a la reina. El nombre de Isabel (y Fernando) se escuchó en muchas partes de Europa y su fama ganó muchos adeptos gracias a esta conquista.

Isabel fue una mujer que se preocupaba por la cultura y se instruyó en latín porque era consciente y sensible con las corrientes que predominaban entre las élites políticas y artísticas de los tiempos que le tocaron vivir. Y transmitió esa educación a sus hijos.

Se casó por amor con Fernando, su primo segundo, desafiando las voluntades que la querían casar con el rey de Portugal. No fue un matrimonio fácil: Fernando era rey de Aragón, y por tanto tenía que pasar mucho tiempo en sus tierras bregando con sus obligaciones como gobernante. Eso hizo que después de la primera hija (a la que llamaron Isabel), pasaran siete años hasta que tuvieron el segundo hijo; y después vinieron todavía otras hijas. En total, tuvieron cinco hijos, dos de los cuales murieron siendo jovencitos. Para disgusto de Isabel, Fernando le fue además infiel, y tuvo incluso hijos ilegítimos, humillación que ella tuvo que sobrellevar y, por si fuera poco, no solo lo aceptó, sino que también procuró medios y cargos para esos hijos extramatrimoniales del rey de Aragón.

Me es imposible recopilar todos los detalles valiosos de la apasionante historia de esta reina, tan bien narrada por la autora, una periodista de los Estados Unidos, que se crió en Panamá y sintió esa campanilla que le resonó en el alma y la llevó a querer saber más sobre la mujer que mandó a un marinero con quien al parecer tenía muchas afinidades, Cristóbal Colón, a esas orillas en busca de las indias. A propósito de esto, relata que el descubrimiento de América fue una experiencia bien difícil, en muchos aspectos: muchas personas de los dos lados perdieron la vida. Pero Isabel sabía que sus decisiones como gobernante provocarían cambios dramáticos en la vida de muchos ndividuos (el mismo año en que expulsaron a los musulmanes, enero de 1492, decretó la expulsión de los judíos, en agosto del mismo año). Su obsesión, diríamos hoy en día, era llevar la fe de Cristo a todas las tierras donde sus soldados llegaran, y lo consiguió. El lado oscuro fue que esa decisión dejó la península ibérica huérfana de muchos talentos artísticos y comerciantes, judíos y musulmanes que tuvieron que malvender sus casas y sus ganados, y marcharse prácticamente con lo puesto, de un día al otro; eso si no aceptaban convertirse a la fe católica, cosa que muchos hicieron y que muchos padecieron ‘gracias’ a la inquisición (fundada como Tribunal del Santo Oficio), que adquirió un papel predominante en tiempos de Isabel, por supuesto con su aprobación y entusiasmo, y que exportó también al Nuevo Mundo y a todos los territorios que gobernaba. Comoquiera que fuere, dejó escrito en su testamento que se evangelizara a los indios y se les tratara bien.

No soy historiadora y, por tanto, se me han pasado por alto posibles errores que se le critican en algunas plataformas a la autora. De todos modos, me ha gustado esa mirada de una escritora extranjera, ajena al peso de la historia sobre sus hombros que habría tenido caso de haber nacido en la otra orilla del océano, y me ha parecido un buen trabajo, que recomiendo encarecidamente. Quien quiera saber un poco más de ese siglo tan decisivo de transición de la Edad Media a la Edad Moderna y de cómo se fraguó su reinado, o la expulsión de los judíos de Castilla y Aragón, o el descubrimiento de América, busque este libro. Yo he leído una traducción al español (de Jesús de la Torre), pero el original está en inglés: Isabella. The Warrior Queen. Las 500 páginas de los 24 capítulos, más el epílogo y los agradecimientos, de lectura ágil, se le pasan a uno casi sin darse cuenta, porque te parece que estás viendo una película (con sus intrigas y mucha acción), pero con una diferencia: no es ficción.

¡Feliz 12 de octubre!

viernes, 12 de octubre de 2018

Una teoría sobre los orígenes de Cristóbal Colón


Quien más, quien menos, casi todos hemos aceptado cual dogma de fe la teoría de que Cristóbal Colón, el descubridor del continente americano, nació en Italia a mediados del siglo XV.
Ha corrido mucha tinta desde entonces y varias son las nacionalidades que reivindican el origen del ilustre marinero, tal vez buscando colgarse una medalla en el podio de la Historia, tal vez tratando de desentrañar el misterio que pende en los anales de la Historia universal desde hace más de quinientos años.

Lo cierto es que el propio Colón no quiso dejar claro su lugar de procedencia, y eso en sí ya es una clave. ¿Por qué dejaría de mencionar con naturalidad el lugar donde nació? Se cuentan por cientos los personajes que han dejado huella en la Historia cuyos orígenes constan documentados, tanto contemporáneos como anteriores al descubridor.

Por ello, causa extrañeza –como mínimo-- que, de ser cierto el nacimiento en los alrededores de Génova del supuesto cardador de lana, datado en 1451, se ocultara este dato o no se hiciera público, cosa que sí se hizo con tantos contemporáneos de Colón nacidos en Génova o en otros lugares.

Pues bien, ha llegado a mis manos este verano un interesantísimo libro titulado Colom of Catalonia : origins of Christopher Columbus revealed  (también publicado en catalán con el título Colom : 500 anys enganyats : per què s'amagà l'origen català del descobridor d'Amèrica) que propugna la tesis de que Colón no era italiano, ni tampoco portugués, corso, bretón, noruego o vasco.
Después de un pormenorizado y exhaustivo estudio de antecedentes históricos y documentales, el autor defiende la única conclusión a la que, a su parecer, apuntan todos los indicios: Colón era catalán.

Y quien defiende este interesante estudio no es ni un catalán ni un español. Es un estudioso estadounidense llamando Charles Merrill, quien pasó ocho años investigando antes de plasmar sus conclusiones en este libro.

No voy a detallar el prolijo desarrollo de su teoría, porque no es la meta de este artículo. Ni quiero hacer de este un panegírico patriótico de Cataluña, tierra de origen de quien escribe este artículo. Téngase en cuenta que el primero que defendió esta osada propuesta tampoco fue un catalán, ni un estadounidense. Fue un peruano: Luis Ulloa (1884-1939), quien la expuso en el año 1927. Y una gran polvareda se levantó en los siguientes decenios.

Desde luego, recomiendo esta lectura pues creo que es plausible la teoría apuntada por Merrill.

En síntesis, después de estudiar con detalle y andar tras la pista de Colón, Merrill llega a la conclusión de que el nombre Cristóbal era un pseudónimo (según estudios precedentes), ya que su extraña firma decía “Cristo-ferens”, esto es, “el portador del Cristo”, junto a otras siglas.
Su apellido, según explica, era COLOM (con M), que se castellanizó a Colón (con N), como se ha hecho con numerosos vocablos (por ejemplo, cederrón por CDRom, etc). El apellido Colombo es una traducción posterior ya que el Cristoforo Colombo nacido en 1451 en los alrededores de Génova simplemente era otra persona, un cardador de lana, sin cultura ni los vastos conocimientos que poseía el verdadero descubridor, quien, muy al contrario, era una persona de clase social alta y muy instruida, como demuestran sus cartas manuscritas y los profundos estudios que realizó antes de proponer su viaje a las Indias Occidentales a varios reyes de Europa (de Inglaterra, Portugal, Francia y España), que de entrada lo despacharon despreciando sus teorías.

Por cierto, no se ha conservado ninguna carta escrita por Colón en italiano, ni siquiera a ciudadanos italianos. Curioso, ¿verdad? Otro dato: algunos de sus contemporáneos en el reino de Castilla, como Bartolomé de las Casas, comentaron que su hablar en español era comprensible, pero se notaba que no era nativo de esa tierra (=Castilla). Téngase en cuenta que por aquel entonces España no era lo que es hoy, sino una variedad de reinos, siendo los principales Castilla (del que era reina Isabel) y Aragón (del que era rey Fernando), y no, no se fundieron cuando se casaron: siguieron siendo reinos separados con sus propias leyes y fueros. Pero cada uno era rey consorte del otro y hay otras consideraciones que omito por falta de espacio.

En definitiva, los motivos que llevaron a Colom a ocultar su lugar de origen, según Charles Merrill, fueron básicamente dos:

1)      Los hermanos de Colom y él mismo (que de joven no era lanero sino corsario y un experto navegante) habían luchado contra el rey de Aragón Juan II, padre de Fernando, el Católico, y eso era un antecedente nefasto para su reputación. El trasfondo histórico es muy complejo; y el rey Fernando (primo hermano de Isabel), ambos de la dinastía castellana de los Trastámara, heredó los conflictos de su padre (Juan II) con los catalanes, quienes, parece, no eran santo de su devoción.

2)      Isabel (reina de Castilla) prohibió a quienes no fueran castellanos ir a las tierras descubiertas o comerciar en ellas; y los que debían viajar allí que no fueran castellanos necesitaban una autorización real. Esta prohibición se prolongó unos años sobre el papel, pero se vulneró en la práctica. De haberse desvelado a sus contemporáneos que Colom era catalán, el pueblo catalán entero se habría sublevado por el contrasentido de aquella prohibición.

Que cada cual interprete el enigma con su ojo de alquimista.

Así pues, el 11 de octubre ¡feliz día de Cristóbal Colom para los Estados Unidos!

Y el 12 de octubre –fecha del descubrimiento-- ¡feliz "día de la Hispanidad" para el resto!

martes, 3 de octubre de 2017

Sobre el referéndum en Cataluña

Vengo de un huracán en Miami y me encuentro un tsunami en Cataluña.

Me comentó una de las maestras de la escuela Montessori, donde mi hija hizo la preescolar y que visitamos todos los veranos durante nuestras vacaciones de verano en Miami, que había oído que Catalunya se quería separar de España; y a continuación preguntó: ¿será eso bueno para España?
Bueno, Miss Gómez, le dije, no sé si será bueno, pero sí le puedo decir que es una reivindicación histórica, y me miró con cara de no entender lo que le decía. Cosa nada extraña, obviamente, porque Miss Gómez se encuentra bastante lejos de conocer la realidad histórica o política o social de Cataluña no sólo físicamente.

Esa distancia en muchos aspectos de los americanos (y me refiero no solamente a los de los Estados Unidos, también a los de todo el continente), ha motivado que escriba esta nota aclaratoria para amigos y conocidos nuestros quienes, tal vez, como Miss Gómez, miren extrañados las inquietantes noticias acerca de Cataluña.

No esgrimo poseer la verdad ni la razón; cada cual juzgue por sí mismo. Y después de leer lo que quiero contarles, interprete los noticieros de televisiones y periódicos acercando o alejando la lupa de su discernimiento.

Cataluña es una región de España situada en el nordeste de la península Ibérica, limítrofe con Francia por el norte, con Aragón por el oeste, con la región valenciana por el sur, y bañada por el mar Mediterráneo por el este. Cataluña, una nación milenaria, con lengua, derechos e instituciones propias, no ha sido parte, sin embargo, de lo que hoy se conoce como España sino desde hace 300 años, cuando finalizó la guerra de Sucesión europea en la que España se alió con los franceses y Cataluña, con los austríacos y los ingleses; estos últimos abandonaron finalmente a su suerte el principado de Cataluña, que, tras una sangrienta lucha que comportó la pérdida de decenas de miles de vidas humanas, fue incorporado a España, colocando el rey francés Luis XIV a su nieto Felipe como nuevo rey de España (con el nombre de Felipe V). Este rey, en reprimenda a los catalanes por su apoyo al candidato Carlos de Habsburgo y su obstinada resistencia y pírrica defensa de la ciudad de Barcelona contra los ejércitos francés y español, promulgó el Decreto de Nueva Planta, que abolía todos los derechos y privilegios históricos de los catalanes, y les imponía una serie de cargas tributarias, las cuales se siguieron imponiendo por los sucesivos reinados de España de forma abusiva. Los catalanes siguieron trabajando y, pese a todas las trabas e inestabilidad política de los siglos posteriores, con sus luces y sus sombras, consiguieron labrar un terreno fértil y próspero a donde han ido llegando gentes de todos los lugares, incluidos otros pueblos españoles que se instalaron en esta tierra hasta hoy día, en que numerosos ciudadanos europeos y de otros países y etnias han establecido aquí su residencia.

Para hacer “el cuento corto” y no alargarme demasiado, pues no es mi intención hacer un panegírico de Cataluña o los catalanes, sí quiero resaltar algunos datos que creo interesan para entender el conflicto actual y por lo que puedan leer en la prensa, que con mejor o peor intención, a veces magnifica los hechos hasta distorsionarlos.

Es cierto que después de la terrible guerra civil que asoló España entre 1936 y 1939 (Mussolini ayudó a Franco bombardeando Barcelona repetidas veces), y los 40 años de la dictadura de Franco, España inició en 1975 un período de democracia bajo la forma política de una monarquía parlamentaria (con el rey Juan Carlos), y se aprobó una Constitución en 1978, que confería derechos y reconocimiento a las llamadas regiones históricas (léase País Vasco y Cataluña), que también votaron los catalanes, y posteriormente un Estatuto de Cataluña, que los catalanes acogieron con gran alegría y buen ánimo, puesto que todo en conjunto era una bocanada de aire fresco después de tanta penuria a lo largo de buena parte del siglo XX. Téngase en cuenta que Franco, a diferencia de otros dictadores, ordenó la ejecución de presos políticos durante todo su mandato, no sólo en los primeros tiempos represivos, incluso hasta poco tiempo antes de fallecer, en 1975.

En España se han sucedido diversos gobiernos a lo largo de este período democrático de 40 años, alternados principalmente entre el Partido Popular (de derecha) y el partido socialista (de izquierda). La aprobación del partido comunista con el inicio de la democracia fue un gesto democrático, en el amplio sentido de la palabra, no por más simpatía a los comunistas que a gente de otros partidos, sino porque se entendía que era un modo de dar cabida a toda forma de pensamiento político, es decir, de libertad de pensamiento. Así había ocurrido en otros países europeos, y España tenía que empezar a ponerse al nivel europeo, como le correspondía. Esta es una de las diferencias con los Estados Unidos.

Cataluña, en estos 40 años de democracia, fue gobernada por un partido democristiano (Convergència Democràtica de Catalunya, que luego pasó a ser Convergència i Unió, al unirse con Unió Democràtica de Catalunya; ambos recientemente divorciados y desde entonces ha pasado a llamarse PDeCat, Partit Demòcrata de Catalunya). El sentido de nación con identidad propia cultural y lingüística desplegó de nuevo sus alas en este período, con el apoyo de la mayoría de ciudadanos que votaron a este partido, y ello se plasmó en una nutrida legislación propia en las competencias propias establecidas por la Constitución Española y en la lengua catalana, símbolo de esta identidad y vehículo comunicativo de la gran mayoría de ciudadanos catalanes, que dejó de estar prohibida y se incorporó a los currículums escolares y en la sociedad. Fue lo que se denominó “normalización lingüística”.

El calentamiento actual, si se me permite el símil con el fenómeno meteorológico generador de huracanes, se ha venido produciendo desde el año 2006, cuando se aprobó una reforma del Estatuto catalán (ley básica emanada de la Constitución que regula la región catalana) para incorporar más libertades al pueblo catalán, que fue impugnada posteriormente por el Partido Popular; y la oposición de este partido ha ido in crescendo hasta hoy, alimentada primero por una mayoría absoluta del partido conservador, y por otras alianzas cuando solo ha tenido mayoría simple, estos últimos años; con el partido socialista en la última legislatura, a pesar de las pocas afinidades entre ambos.

Los numerosos casos de corrupción que han salpicado a todos los partidos en el gobierno tanto de España (muchos investigados e imputados en causas judiciales) como de Cataluña (este último en la persona del histórico líder Jordi Pujol, por enriquecimiento ilícito de sus hijos aprovechándose de la posición del padre) no han hecho más que echar más leña al fuego de las recriminaciones entre unos y otros. Cataluña, con una quinta parte de la población de España, contribuye con el 20% al producto interior bruto, y recibe mucho menos a cambio. Esta es otra de las quejas que esgrimen los catalanes. No se olvide que los norteamericanos se sublevaron contra los ingleses hasta obtener la secesión porque no querían pagar más impuestos a la corona británica.

Yo diría que lo que más ha enturbiado las relaciones con España es la falta de respeto hacia el pueblo catalán por parte de los gobernantes españoles (y de una parte importante de ciudadanos de España que los han votado). Respeto en su más simple sentido.
El pueblo catalán pide la celebración de un referéndum para decidir su futuro como nación. Lo pide por boca de los partidos que constituyen mayoría del parlamento catalán. El Tribunal Constitucional declaró ilegal el referéndum; y en este punto quiero destacar un hecho nada irrelevante: que los miembros de este Alto Tribunal son designados en su mayoría por el partido que está en el gobierno, es decir, el Partido Popular. Este hecho denota falta de separación de poderes en el Estado español y es una lacra en la democracia de este país, pues las sentencias que emite ese Tribunal benefician directamente los intereses del partido gobernante.

El gobierno catalán tiene como consigna que este sea un proceso pacífico, y de ello nos hacemos eco quienes vivimos en Cataluña, al salir a la calle estos días y encontrar movilizaciones de gente en muchas calles de Barcelona que se manifiestan de forma pacífica, sin altercados ni violencia. Confiamos que siga siendo así en los días y en los tiempos por venir, pues esto no ha hecho más que empezar.

Se han hecho repetidos intentos desde hace varios meses por parte de Carles Puigdemont, Presidente de la Generalitat (gobierno de Cataluña) de sentarse a negociar con Mariano Rajoy, presidente del gobierno español; incluso viajando a Madrid en varias ocasiones. El gobierno español se ha limitado a decir NO y punto; y a emprender una batalla judicial contra quienquiera que participase en este “desafío secesionista”, como gustan de llamar algunas personas.

En un intento de llamar la atención internacional sobre este atropello de los derechos más fundamentales en un país democrático, el gobierno catalán apeló a las más altas instancias europeas, que, obviamente declinaron pronunciarse a favor de nadie alegando que se trataba de un asunto interno de España.
En las últimas semanas y los días recientes estamos viendo como ha habido una escalada alarmante de intentos de control policial de nuestra ciudad, a donde se han mandado cientos de agentes de la Guardia Civil que se hospedan en tres buques fondeados en la costa de Barcelona, y a los que en tono jocoso se les llama “Piolín” (porque lleva uno de ellos estampado un dibujo de este personaje infantil de dibujos animados, y por cierto leía ayer en la prensa que la empresa Warner ha obligado desde los EEUU al gobierno español a cubrir o retirar esa imagen, supongo que para evitar equívocos acerca del patrocinador de la operación).
Un despliegue policial similar al que hubo cuando vino el Papa, sugieren algunos medios: se solapan guardias civiles, policías nacionales y mossos d’esquadra (estos últimos son la policía propia con plenas competencias en Cataluña, capaces de resolver asuntos de cualquier tipo, desde secuestros o homicidios hasta atentados terroristas).
Semejante control del gobierno mediante la policía y las medidas coercitivas del gobierno de España, que ha ordenado que se disuelva la Junta Electoral, se precinten los colegios electorales, se confisquen las papeletas para votar y se investiguen y arresten a los implicados y responsables en este referéndum, ha hecho saltar las alarmas –ahora sí— de las autoridades europeas que se sonrojan ante semejante atropello de los derechos fundamentales de expresión y reunión, mientras lanzan mensajes diplomáticos al Sr. Rajoy para que se siente a negociar con los catalanes. Pero este, erre que erre, ¡no señor!

Esta semana ha acudido a Washington para reunirse con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump quien, en la rueda de prensa manifestó públicamente que “nadie sabe lo que va a pasar; aunque mucha gente se va a oponer” y añade diplomáticamente que los catalanes deberían quedarse en España porque es un país muy bonito. ¡Desde luego! ¡Y menos beligerante, comparado con Corea del Norte!

Por supuesto, ni siquiera al Sr. Trump o a sus consejeros se les ha pasado por alto que en Cataluña no son el Sr. Puigdemont y sus secuaces (o un puñado de comunistas) quienes piden el referéndum, sino cientos de miles de ciudadanos que esperan una respuesta de su gobernante, que no es otro que el Sr. Puigdemont, a quien confiaron su voto en las últimas elecciones.
A mis amados lectores allende los mares tal vez les surja una percepción: la democracia en España todavía está haciendo “baby steps”, como dicen los estadounidenses. ¿Qué son 40 años comparado con los 300 que llevan ellos?



Cuando empecé a escribir este artículo, todavía no había llegado la fecha del referéndum: 1 de octubre.

Ahora sigo escribiendo el día después: 2 de octubre.

Nuestra vida en Barcelona sigue siendo la misma, me paseo por el centro de la ciudad y todo ha vuelto a la normalidad –la gente camina y acude a sus lugares de trabajo, los turistas pasean, las tiendas están abiertas, los bares y restaurantes se llenan de clientes…-- pero algo ha cambiado desde ayer, 1 de octubre, después de la celebración de un referéndum que los policías del gobierno español trataron de abortar sembrando el miedo y la violencia, mas los ciudadanos (NO SUS GOBERNANTES: LOS CIUDADANOS) no lo permitieron, aun a costa de sufrir agresiones y ataques. No hace falta abundar en detalles: bastan las imágenes vergonzosas y vergonzantes que todos hemos visto en la televisión.

Recibimos una grabación por whatsapp de una chica joven que, sollozando, cuenta cómo fue literalmente arrancada escaleras abajo, mientras uno de esos policías le iba rompiendo los dedos uno a uno, y luego le manoseaba los pechos. Al final, concluye: “Había mucha maldad, ¡mucha maldad!”. Y le pide a su amiga, a quien manda el whatsapp, que le dé máxima difusión a su mensaje. Yo pregunto: ¿está ese comportamiento dentro de los límites del ‘mantenimiento del orden’?
Pese a ello, muestras de solidaridad se multiplicaron por doquier: mesas fuera de los centros de votación ofreciendo comida y bebida donada por voluntarios mientras había larguísimas colas para votar, gente abriendo un espacio para dejar pasar a los ancianos y discapacitados físicamente para que pudieran votar sin hacer cola…

Debo admitir que algo ha cambiado también en España: mucha gente se manifiesta en Madrid y en otras ciudades. Algunas personas –tal vez no las suficientes, tal vez por miedo—protestan ante los medios de comunicación por las violentas descargas policiales (con pelotas de goma, porras y disparos al vacío).  Es obvio que aún quedan por transmutar registros del franquismo.
Los ciudadanos catalanes (a día de hoy todavía somos españoles) nos merecemos algo más de respeto.

We may be stubborn, but not criminals.

Quizá habríamos puesto este mensaje en una pancarta gigante en medio de la plaza Catalunya para que la viera desde el aire alguna cámara en un helicóptero, algún dron, y se hubieran enterado en todo el mundo. Pero no era posible. El gobierno español había cerrado también el espacio aéreo. Sólo las cámaras de los teléfonos móviles y las televisiones in situ pudieron captar las imágenes que de todos modos han dado la vuelta al mundo. Barcelona ha vuelto a ser el blanco de las miradas de todo el planeta. Por segunda vez en este año. Por circunstancias dramáticas también.
No sabemos lo que va a pasar. Tal vez haga falta una mediación internacional para ayudar a resolver este conflicto. A corto plazo no se van ya a sentar a negociar las partes implicadas. Las actuaciones policiales de ayer dinamitaron los puentes que podían aún conectar las dos orillas.
Pero miro más lejos. Y confío en que este, como todo, sea un estado pasajero hacia esta transición a la era de Acuario, una era de hermandad y amor. Por el momento, nos toca vivir lo que meses atrás denominé “los dolores de parto de la era de Acuario”. Yo me siento muy honrada de ser testigo de este momento histórico tan importante. Sigo pidiendo a Dios que revele la verdad de toda esta situación y confío, como siempre, en que con el tiempo, pondrá las cosas en su sitio. No me cabe duda.

¿Qué es la “unión de España”? ¿La “unidad de España”? ¿Existe tal cosa que ahora esgrimen algunos políticos y ciudadanos? Tal vez, Miss Gómez, ese “matrimonio” entre Cataluña y Castilla necesite una separación –consensuada o forzosa— y un día descubran sus miembros, igual que les sucede a algunas parejas, que se llevan mejor siendo vecinos o amigos respetuosos que cónyuges bajo un mismo techo.

Pido a Dios que enseñe a los pueblos a respetarse por lo que son y por cómo son, y que sus integrantes aprendan a desechar esa maldad de su corazón y a transformar toda huella de los errores del pasado en el amanecer de una nueva era. Ese tipo de comportamiento represivo forma parte del pasado, ya no es aceptable, simplemente. El odio, la arrogancia y el rencor ya no pueden alimentar nuestras relaciones como vecinos.

 Preparémonos para ver cambios como no se han visto antes. Es la era de Acuario, una era de LIBERTAD y FRATERNIDAD. Las naciones y las ciudades, como las personas, tienen signos astrológicos. Y Barcelona es Acuario.

Mis más sinceros deseos de libertad y fraternidad para todos.

martes, 16 de junio de 2015

El hambre en Estados Unidos y en el mundo. ¿Quién es responsable?

Acabo de leer un tocho de más de 600 páginas del cronista argentino afincado en Barcelona Martín Caparrós, a quien tuve el gusto de conocer este otoño pasado en una de las clases "magistrales" que dio en un curso que hice en la UPF de Barcelona.

Se titula El hambre, y lo publica Anagrama. Por si alguien le quiere echar un vistazo y verificar lo que digo más abajo.

Si bien no comparto el tono descreído y ateo que empapa el inmenso volumen, tengo que admitir que es un trabajo muy bien documentado y exhaustivo sobre el hambre en el mundo --y muy bien subvencionado: se palpa--, con un montón de cifras actualizadas y un panorama bastante realista. Vaya, que después de leerlo uno tiene una idea de cuál es el verdadero problema del hambre y dónde hay que situar a los responsables (por si alguien quiere tomar cartas en el asunto --take steps-- y llevar a cabo acciones materiales o verbales en sus oraciones, tal vez).

Reproduzco algunos pasajes que me han parecido de especial interés para el propósito de este blog:

"La obesidad es el hambre de los países ricos.Los obesos son los malnutridos --los más pobres-- del mundo más o menos rico. En estos países la malnutrición pasó del defecto al exceso: de la falta de comida a la sobra de comida basura. La malnutrición de los pobres de los países pobres consiste en comer poco y no desarrollar sus cuerpos y sus mentes; la de los pobres de los países ricos consiste en comer mucha basura barata --grasas, azúcar, sal-- y desarrollar estos cuerpos desmedidos. No son la contracara de los hambrientos: son sus pares." (pág. 344)

"En EEUU hay 25 millones de diabéticos y 80 millones de prediabéticos. Un americano nacido en 2000 tiene una chance sobre tres de ser diabético; una sobre dos si es negro o latino.
Si se mantienen los niveles actuales de obesidad, dice Jay Olshansky, médico especializado en longevidad y esas cuestiones, la esperanza de vida de los americanos puede bajar entre 5 y 15 años en las próximas décadas." (pág. 349)

"La salud de un obeso cuesta una media de 1.500 dólares anuales más que la de un flaco. La de un diabético cuesta 6.000 dólares más. La diabetes cuesta 150.000 millones por año --y la mitad de esa cifra se paga conel famoso 'dinero de los contribuyentes'. La obesidad causa una media de 300.000 muertes por año.
Esa cultura obesa [...] es el cadáver --graso-- en el ropero americano." (pág. 352)

"Sí parece cierto que las mismas industrias que los llenan [a los gordos] de basura controlan los mercados y se apropian de los recursos que podrían comer los que no comen. Los gordos y los hambrientos son víctimas --distintas-- de lo mismo." (pág. 353)

"Son, en total, 78 millones de adultos, 12 millones de chicos obesos. Y siguen aumentando. Cincuenta años atrás eran el 11,7% de los americanos. Veinticinco años atrás, el 20,6%." (pág. 354)

"Alrededor de la mitad de la comida que el mundo produce no se come" (pág. 378)

"Hoy producimos alrededor de 4.000 millones de toneladas de comida por año. Y sin embargo, a causa de malas prácticas de cosecha, almacenamiento y transporte, así como de desperdicio en la venta y consumo, se calcula que entre el 30 y el 50 por ciento --entre 1.200 y 2.000 millones de toneladas-- de esa comida nunca llega a un estómago humano. Y esa cifra ni siquiera refleja que grandes cantidades de tierra, energía, fertilizantes y agua también se pierden en la producción de alimentos que simplemente terminan como basura --dice el informe de 2013 de los ingenieros [se refiere al IMechE --Institute of Mechanical Engineers, Colegio de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido]." (p.378)

"La FAO decía un año antes: en Europa y en EEUU el consumidor promedio desperdicia unos 100 kilos de comida por año; un asiático y un africano --¿un consumidor africano?-- no llega a los diez kilos. Y que los ciudadanos de los 20 países más ricos desperdician cada año una cantidad de comida igual a toda la producción de África Negra --unos 220 millones de toneladas.
O también, en Italia se tiran a la basura todos los años alimentos suficientes para dar de comer a 44 millones de personas, por unos 37.000 millones de euros. En EEUU, según el National Resource Defense Council, se tira el 40 por ciento de los alimentos. Una encuesta de Shelton Group dice que dos de cada cinco norteamericanos sienten 'culpa verde' por desperdiciar comida.
Dicho de otro modo: cada día los ingleses tiran una media de cuatro millones de manzanas, cinco millones de papas, millón y medio de bananas.
Tirar comida es un claro efecto --uno de los efectos más brutales-- de la sobreabundancia.
La ciudad de Buenos Aires tira entre 200 y 250 toneladas de alimentos por día: unas 550.000 raciones de comida." (p. 379)

"El argumento de la eficacia retoma la línea Monsanto, que se presenta como un benefactor de la humanidad cuando dice en su página web que 'para alimentar a la creciente población mundial los agricultores deben producr, en los próximos 50 años, más comida que toda la que produjeron en los últimos 10.000. Estamos trabajando para duplicar las cosechas de nuestros cultivos principales antes de 2030'.
Lo que no dicen --ni Monsanto ni los demás apropiadores de tierras del OtroMundo-- es que el planeta ya produce comida suficiente para alimentar a 12.000 millones de personas y que, aun así, mil millones no comen suficiente. Que con sólo los granos que se producen actualmente en el mundo --sin contar verduras, legumbres, raíces, frutas, carnes, pescados-- alcanzaría para que cada hombre o mujer o chico comiera 3.200 calorías por día: un 50 por ciento más de lo que necesitan. Que siempre es mejor producir más comida --será más fácil, más barata, más accesible-- pero que el problema, en síntesis, no está en que no haya comida sino en que algunos se la llevan toda. Y que estas explotaciones no solucionan sino, al contrario, agudizan ese respeto injusto.
El movimiento colonial que llamamos apropiación de tierras es la puesta en escena más grosera, más brutal, de la desigualdad entre países: unos usan las tierras de otros para producir los alimentos que todos necesitan; unos se los llevan, otros se quedan sin.
Dos tercios de esas tierras están en regiones donde muchas personas pasan hambre. Las tierras están, sus productos están, sólo que quienes tienen poder y dinero se los llevan a donde pueden sacarles más dinero. O, incluso, mantienen tierra improductiva para especular con el aumento de su precio --porque, al fin y al cabo, cuanto menos alimento se produzca más demanda habrá, y será más caro." (págs. 548, 549)



No me digan que no es escalofriante.

Ah, y, por favor, no me vuelvan a decir algunos de mis conocidos en América que "es que no hay suficiente tierra fértil donde cultivar". A la vista está que hay y mucha. Suficiente para alimentar a todas las bocas.

Sólo les pido que compren lo que van a necesitar para comer, no más. Y dediquen un tiempito a vaciar la nevera antes de volverla a llenar. Ese simple gesto ya puede ser un buen comienzo. Porque todos --o muchos-- compartimos esa responsabilidad de la desigualdad en el reparto cuando tomamos demasiado y, lo peor, lo tiramos a la basura porque nos ha pasado el tiempo de comerlo y ha caducado.

Nada más. Disfruten de lo que tienen. Y demos gracias por tenerlo. Hasta la próxima.










lunes, 18 de mayo de 2015

¿Quién tiene el poder en la economía mundial?


Leo en el periódico La Vanguardia del día 12 de mayo pasado (contraportada) una entrevista a Susan George, doctora en Ciencias Políticas y licenciada en Filosofia, nacida en Ohio y residente en París. La reproduzco casi entera porque me parece muy interesante la investigación que ha llevado a cabo durante 60 años acerca de las compañías que gobiernan la economía del mundo desde Estados Unidos y Europa, y sobre todo quíén pagará los platos rotos: los agricultores y los consumidores, es decir, todos nosotros.

Menciona su último libro: Los usurpadores. Cómo las empresas transnacionales toman el poder, en el cual disecciona el TTIP (Tratado de Libre Comercio Transatlántico) y explica la amenaza que representan las transnacionales: "Están muy bien organizados, tienen muchísimo dinero, acceso a los políticos, están en todos los comités de expertos europeos de todos los sectores y su capacidad de influencia es mucho mayor que la de cualquier oenegé. Sólo si la sociedad civil está informada y presiona podremos detenerlos".

Susan George explica que estas corporaciones determinan las políticas oficiales desde el comercio, las finanzas, los impuestos, la sanidad, hasta la agricultura o la alimentación, y lo hacen mediante lobbies de sectores industriales formados por organizaciones transnacionales que tienen inmensos presupuestos para intervenir en los asuntos mundiales. Hay incluso empresas --añade-- cuyo volumen de ventas supera el PIB (producto interior bruto) de muchos de los países en los que operan.

Sus investigaciones a lo largo de 60 años le han llevado a concluir que son las clases baja y media las que acaban pagando la deuda de los países en forma de austeridad o el llamado ajuste estructural, mientras que las clases privilegiadas pueden disfrutar de los préstamos y no tienen responsabilidades. A los países del sur de Europa más Irlanda les recortan los presupuestos sociales y suben impuestos a la clase trabajadora a través del IVA (Impuesto sobre el valor añadido), mientras bajan los impuestos reales a las grandes corporaciones a través de mecanismos fiscalmente un tanto opacos, preparando estratégicos tratados comerciales que negocian secretamente, de modo que ese cambio, que Susan George denomina "el ascenso de la autoridad ilegítima" se ha ido instalando.

Los gobiernos democráticos, por su parte, transfieren gran parte de sus decisiones a esos gigantes transnacionales. Todo empezó hace unos 40 años en Estados Unidos con los think tanks, reuniones de poderosos hombres de negocios que crearon la nueva ideología neoliberal --prosigue S. George--. Gastaron billones de dólares de fundaciones privadas conscientes del beneficio que les reportaría. Así fueron extendiendo sus pilares y convenciendo a la sociedad de que si no tienes dinero es responsabilidad tuya y que los impuestos más bajos para los ricos hacen una economía más fuerte.

Esos superpoderosos pertenecen a la clase Davos, esa que se reúne anualmente bajo el paraguas del Foro Económico Mundial y cuyo objetivo es sencillamente gobernar el mundo. El 85% de sus participantes provienen de corporaciones y bancos. Y llevan años planificando y luchando para instaurar la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés), que es un intento de obtener una hegemonía comercial planetaria; un acuerdo que les permitirá establecer las reglas que rigen unas operaciones comerciales valoradas en 2000 millones de euros diarios y que rigen las economías de las zonas más ricas del planeta.

Los acuerdos TTIP se desvelaron en el 2013 --aclara S. George-- pero su minuciosa preparación se remonta a hace más de veinte años. Todo arrancó con el Diálogo Comercial Transatlántico (TABD) convocado por el Departamento de Comercio de EE.UU. y la Comisión Europea para armonizar las economías de ambas potencias. Las 70 empresas miembros del TABD se han dedicado desde entonces a explicar a burócratas y políticos cuáles debían ser las certificaciones y regulaciones adecuadas para que la economía funcione.

Esos acuerdos no son públicos --apostilla--, no sabemos en qué consisten los múltiples acuerdos TTIP, pero sí sabemos lo que quieren esas compañías: una carta de libertades para las transnacionales, un catálogo de derechos exentos de responsabilidades.

En cuanto a los sectores europeos más afectados por el tratado TTIP, comenta que son la alimentación y la agricultura. Los pequeños agricultores serán los grandes perdedores.

A la pregunta de cómo afectaría eso al consumidor, la respuesta es tan clara como alarmante: Ni se plantea si los europeos tienen o no derecho a saber si la carne que comen está hormonada y llena de antibióticos si aceptan que los productos modificados genéticamente no estén obligados a llevar una etiqueta que lo especifique o que se acepte tratar la fruta con plaguicidas, hoy teóricamente prohibido en Europa.

Para muestra un botón: En Europa se han prohibido 1200 productos químicos, en Estados Unidos, sólo 12. La industria química quiere que se desregulen las leyes medioambientales y laborales para vendernos sus productos. "Y podríamos seguir hablando del fracking y de los gigantes farmacéuticos".

Ciertamente son datos para meditar y para que actuemos cada uno en la medida de nuestras capacidades. Y si crees que no puedes hacer nada, estás equivocado: ponlo en manos de quién tiene el poder de verdad: Dios.