martes, 16 de junio de 2015

El hambre en Estados Unidos y en el mundo. ¿Quién es responsable?

Acabo de leer un tocho de más de 600 páginas del cronista argentino afincado en Barcelona Martín Caparrós, a quien tuve el gusto de conocer este otoño pasado en una de las clases "magistrales" que dio en un curso que hice en la UPF de Barcelona.

Se titula El hambre, y lo publica Anagrama. Por si alguien le quiere echar un vistazo y verificar lo que digo más abajo.

Si bien no comparto el tono descreído y ateo que empapa el inmenso volumen, tengo que admitir que es un trabajo muy bien documentado y exhaustivo sobre el hambre en el mundo --y muy bien subvencionado: se palpa--, con un montón de cifras actualizadas y un panorama bastante realista. Vaya, que después de leerlo uno tiene una idea de cuál es el verdadero problema del hambre y dónde hay que situar a los responsables (por si alguien quiere tomar cartas en el asunto --take steps-- y llevar a cabo acciones materiales o verbales en sus oraciones, tal vez).

Reproduzco algunos pasajes que me han parecido de especial interés para el propósito de este blog:

"La obesidad es el hambre de los países ricos.Los obesos son los malnutridos --los más pobres-- del mundo más o menos rico. En estos países la malnutrición pasó del defecto al exceso: de la falta de comida a la sobra de comida basura. La malnutrición de los pobres de los países pobres consiste en comer poco y no desarrollar sus cuerpos y sus mentes; la de los pobres de los países ricos consiste en comer mucha basura barata --grasas, azúcar, sal-- y desarrollar estos cuerpos desmedidos. No son la contracara de los hambrientos: son sus pares." (pág. 344)

"En EEUU hay 25 millones de diabéticos y 80 millones de prediabéticos. Un americano nacido en 2000 tiene una chance sobre tres de ser diabético; una sobre dos si es negro o latino.
Si se mantienen los niveles actuales de obesidad, dice Jay Olshansky, médico especializado en longevidad y esas cuestiones, la esperanza de vida de los americanos puede bajar entre 5 y 15 años en las próximas décadas." (pág. 349)

"La salud de un obeso cuesta una media de 1.500 dólares anuales más que la de un flaco. La de un diabético cuesta 6.000 dólares más. La diabetes cuesta 150.000 millones por año --y la mitad de esa cifra se paga conel famoso 'dinero de los contribuyentes'. La obesidad causa una media de 300.000 muertes por año.
Esa cultura obesa [...] es el cadáver --graso-- en el ropero americano." (pág. 352)

"Sí parece cierto que las mismas industrias que los llenan [a los gordos] de basura controlan los mercados y se apropian de los recursos que podrían comer los que no comen. Los gordos y los hambrientos son víctimas --distintas-- de lo mismo." (pág. 353)

"Son, en total, 78 millones de adultos, 12 millones de chicos obesos. Y siguen aumentando. Cincuenta años atrás eran el 11,7% de los americanos. Veinticinco años atrás, el 20,6%." (pág. 354)

"Alrededor de la mitad de la comida que el mundo produce no se come" (pág. 378)

"Hoy producimos alrededor de 4.000 millones de toneladas de comida por año. Y sin embargo, a causa de malas prácticas de cosecha, almacenamiento y transporte, así como de desperdicio en la venta y consumo, se calcula que entre el 30 y el 50 por ciento --entre 1.200 y 2.000 millones de toneladas-- de esa comida nunca llega a un estómago humano. Y esa cifra ni siquiera refleja que grandes cantidades de tierra, energía, fertilizantes y agua también se pierden en la producción de alimentos que simplemente terminan como basura --dice el informe de 2013 de los ingenieros [se refiere al IMechE --Institute of Mechanical Engineers, Colegio de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido]." (p.378)

"La FAO decía un año antes: en Europa y en EEUU el consumidor promedio desperdicia unos 100 kilos de comida por año; un asiático y un africano --¿un consumidor africano?-- no llega a los diez kilos. Y que los ciudadanos de los 20 países más ricos desperdician cada año una cantidad de comida igual a toda la producción de África Negra --unos 220 millones de toneladas.
O también, en Italia se tiran a la basura todos los años alimentos suficientes para dar de comer a 44 millones de personas, por unos 37.000 millones de euros. En EEUU, según el National Resource Defense Council, se tira el 40 por ciento de los alimentos. Una encuesta de Shelton Group dice que dos de cada cinco norteamericanos sienten 'culpa verde' por desperdiciar comida.
Dicho de otro modo: cada día los ingleses tiran una media de cuatro millones de manzanas, cinco millones de papas, millón y medio de bananas.
Tirar comida es un claro efecto --uno de los efectos más brutales-- de la sobreabundancia.
La ciudad de Buenos Aires tira entre 200 y 250 toneladas de alimentos por día: unas 550.000 raciones de comida." (p. 379)

"El argumento de la eficacia retoma la línea Monsanto, que se presenta como un benefactor de la humanidad cuando dice en su página web que 'para alimentar a la creciente población mundial los agricultores deben producr, en los próximos 50 años, más comida que toda la que produjeron en los últimos 10.000. Estamos trabajando para duplicar las cosechas de nuestros cultivos principales antes de 2030'.
Lo que no dicen --ni Monsanto ni los demás apropiadores de tierras del OtroMundo-- es que el planeta ya produce comida suficiente para alimentar a 12.000 millones de personas y que, aun así, mil millones no comen suficiente. Que con sólo los granos que se producen actualmente en el mundo --sin contar verduras, legumbres, raíces, frutas, carnes, pescados-- alcanzaría para que cada hombre o mujer o chico comiera 3.200 calorías por día: un 50 por ciento más de lo que necesitan. Que siempre es mejor producir más comida --será más fácil, más barata, más accesible-- pero que el problema, en síntesis, no está en que no haya comida sino en que algunos se la llevan toda. Y que estas explotaciones no solucionan sino, al contrario, agudizan ese respeto injusto.
El movimiento colonial que llamamos apropiación de tierras es la puesta en escena más grosera, más brutal, de la desigualdad entre países: unos usan las tierras de otros para producir los alimentos que todos necesitan; unos se los llevan, otros se quedan sin.
Dos tercios de esas tierras están en regiones donde muchas personas pasan hambre. Las tierras están, sus productos están, sólo que quienes tienen poder y dinero se los llevan a donde pueden sacarles más dinero. O, incluso, mantienen tierra improductiva para especular con el aumento de su precio --porque, al fin y al cabo, cuanto menos alimento se produzca más demanda habrá, y será más caro." (págs. 548, 549)



No me digan que no es escalofriante.

Ah, y, por favor, no me vuelvan a decir algunos de mis conocidos en América que "es que no hay suficiente tierra fértil donde cultivar". A la vista está que hay y mucha. Suficiente para alimentar a todas las bocas.

Sólo les pido que compren lo que van a necesitar para comer, no más. Y dediquen un tiempito a vaciar la nevera antes de volverla a llenar. Ese simple gesto ya puede ser un buen comienzo. Porque todos --o muchos-- compartimos esa responsabilidad de la desigualdad en el reparto cuando tomamos demasiado y, lo peor, lo tiramos a la basura porque nos ha pasado el tiempo de comerlo y ha caducado.

Nada más. Disfruten de lo que tienen. Y demos gracias por tenerlo. Hasta la próxima.










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